Cuando los niños están listos para dejar el jardín de infantes y entrar a la primaria, están deseosos o ávidos de explorar todo el mundo de la experiencia, por segunda vez. Antes se identificaban con él y lo imitaban; ahora a un nivel más consciente, están listos para conocerlo de nuevo, por medio de la imaginación: ese extraordinario poder de cognición humano que nos permite “ver” una imagen, “escuchar” una historia y “adivinar” los significados ocultos por las apariencias.

Durante los años de la escuela primaria, la tarea del educador es transformar todo lo que el niño necesita saber acerca del mundo al lenguaje de la imaginación, que es tan exacto y responsable con la realidad como lo es el análisis intelectual para el adulto. La riqueza de épocas antiguas, menos intelectuales – las historias, leyendas y mitologías que hablan de la verdad en parábolas e imágenes – se convierten en un tesoro inextinguible para el maestro. Cuando son vistos a través del lente de la imaginación, la naturaleza, el mundo de los números, las matemáticas, la forma geométrica y el trabajo práctico del mundo son alimento y bebida para el alma del niño o la niña.

Cualquier cosa que apele a la imaginación y que se sienta profundamente renueva y activa los sentimientos y se pueden recordar y aprender los años de la educación primaria son el tiempo propicio para educar la inteligencia del sentir.